"Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de forma errónea es mejor que no pensar"
(Hipatia de Alejandría)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Pasión por el arte del escenario

Una experiencia fabulosa, sentir los nervios de antes de una actuación, esos nervios de pensar ¿lo haré bien?, ¿lo haré mal?, y si me equivoco, ¿lo notarán?, ¿me dirán algo?, ¿me gritarán?, ¿me abuchearán?, tantas preguntas sin ninguna respuesta, pero sientes un millón de sensaciones tan potentes dentro de ti, que tienes ganas de que llegue ya el momento de salir, para brillar, disfrutar de todas las vibraciones que te transmite el público. Es tanto lo que se palpa en el ambiente, que crees que no vas a poder bajar del escenario, que te quedarías ahí arriba de por vida, con los aplausos, las cientos o miles de personas que te están mirando expectantes y escuchando lo que tienes para decirles o cantarles. Porque en ese momento, en ese mismísimo momento, es cuando entras en éxtasis, cantas, bailas, actúas con todas tus fuerzas y ganas, y experimentas tal sensación de desahogo que crees que es imposible que exista algo tan puro y mágico, pero si existe, lo estás saboreando, lo estás percibiendo, y es un placer que jamás volverás a apreciar a menos que vuelvas a subir al escenario y lo des todo de ti, a ese magnífico público que está radiante esperando verte, oírte y sentirte. Pero la peor parte llega cuando termina el espectáculo y tienes que volver a la vida real, donde no eres más que una del montón y te quedas con mal sabor de boca, porque te ha sabido a poco. Es por así decirlo como una adicción, en la que cada vez quieres más y más y cada vez te sientes mejor. Y la próxima vez que estés en un escenario, vuelta a empezar... Pero, esta solo es una pequeña descripción de lo que realmente se siente, ya que hay que vivirlo para saber que te estás perdiendo.

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